La Conferencia




POSIBILIDAD DE LA ENSEÑANZA ESTRATÉGICA DE LA MATEMÁTICA EN EDUCACIÓN BÁSICA

 

Carlos Ruíz Bolívar

Universidad Pedagógica Experimental Libertador, UPEL. Instituto Pedagógico de Barquisimeto.

Barquisimeto – Edo. Lara. Venezuela

E-mail: cruizbol@cantv.net

 

 

Contenido

-        Resumen

-        Introducción

-        ¿Cómo cambiar el paradigma educativo?

-        La enseñanza estratégica de la Matemática

-        Conclusión

-        Referencias Bibliográficas

 

Resumen

Tradicionalmente, la matemática ha sido una de las asignaturas en la que los alumnos de educación básica encuentran más dificultades durante su escolaridad. Si se revisan las estadísticas de los planteles, la asignatura que presenta los mayores índices de reprobados y, en consecuencia, de repitientes, es la matemática. Tanto es así, que para algunos profesores tales resultados se asumen como normales; para ellos se trata de un problema de poca capacidad y falta de motivación en los alumnos para aprender la asignatura; mientras que para algunos investigadores se trata más bien de un problema asociado al paradigma clásico de instrucción. Frente a esta situación se ha sugerido la necesidad de cambiar este modelo de enseñanza por otro que ponga el acento en la participación activa del alumno en la construcción, comprensión y regulación de su aprendizaje, en el desarrollo de la habilidad matemática y en la enseñanza directa de estrategias para el aprendizaje autónomo. Este paradigma ha sido identificado como enfoque estratégico de la instrucción, el cual se fundamenta en los principios de la psicología cognitiva de procesamiento de información y en el constructivismo sociocultural. Se argumenta que el cambio paradigmático debe hacerse a partir de una reflexión crítica sobre la práctica pedagógica de los docentes con el fin de promover un cambio sustantivo en sus procesos de pensamiento, lo cual es indispensable para implementar estrategias de aprendizaje novedosas que permitan lograr mejores resultados de aprendizaje de la matemática. Este paradigma instruccional que se propone, aun cuando tiene un amplio soporte en la literatura científica, en la mayoría de los casos, no ha sido transferido a la praxis pedagógica de los docentes del nivel de educación básica. De allí que se recomiende su adopción a partir de un cambio de visión y fundamentación del currículo que oriente un modelo de instrucción más centrado en el aprendizaje que la enseñanza y que tenga como fortaleza fundamental un docente estratega, en el sentido que se define en el presente trabajo.

 

Palabras clave: instrucción estratégica, estrategias de aprendizaje, enseñanza matemática

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Introducción

 

Tradicionalmente, la matemática ha sido una de las asignaturas en la que los alumnos de educación básica encuentran más dificultades durante su escolaridad. Si se revisan las estadísticas de los planteles, las asignaturas que presentan los mayores índices de reprobados y, en consecuencia de repitientes, son las del área científica, llamadas popularmente en el argot estudiantil “Las Marías”, ellas son: matemática, física, química y biología. No obstante, es frecuente observar que los peores resultados están en matemática. Tanto es así, que para algunos profesores tales resultados se asumen como normales; para ellos se trata de un problema de poca capacidad y falta de motivación en los alumnos para aprender la asignatura, ya que la misma, por su propia naturaleza abstracta, tiene un nivel de dificultad alto, lo cual requiere de alumnos con un perfil cognitivo apropiado para aprenderla.

En esta visión del problema los docentes se excluyen del mismo y asumen su función y desempeño profesional como el más apropiado para el desarrollo de la asignatura. Al respecto, González (1992), ha planteado que:

 

Ese convencimiento (que es producto, por una parte, de una visión simplista del proceso de enseñanza y, por otra, de una falta de reflexión acerca de su accionar profesional) es lo que impide a los profesores darse cuenta de las insuficiencias y anomalías que presenta su actividad docente. Por eso los profesores, años tras años, repiten los mismos comportamientos de aula, sin tomar conciencia de que han convertido su quehacer en algo monótono y sin proyección alguna (p. 4).

 

De acuerdo con el planteamiento anterior, pareciera que el problema del aprendizaje de la matemática en educación básica no está relacionado sólo con las habilidades iniciales de los alumnos para comprender la asignatura, sino que además, y principalmente, tiene que ver con el modelo instruccional adoptado para la enseñanza de la asignatura, el cual enfatiza el aprendizaje mecánico de las habilidades de cómputo más que la comprensión lógica y consciente del contenido. Al respecto, Fly-Jones, Sullivan-Palincsar, Sederburg-Ogle y Glynn-Carr (1987) han expresado que:

 

En la instrucción tradicional [de la matemática] el objetivo primario consiste en desarrollar la competencia computacional. El énfasis consiste, a menudo, en obtener las respuestas correctas, suficientes respuestas correctas para tener buenas notas o para tener un buen desempeño en las pruebas estandarizadas. El maestro o la clave de respuesta constituye la fuente que revela al estudiante cuando sus respuestas son o no correctas. Y, lamentablemente, es la respuesta rápida correcta la que a menudo es valorada más que el pensamiento que subyace a la respuesta. Lo que falta es atención a las decisiones del alumno sobre lo razonable de su decisión, justificación de sus procedimientos, verbalización de sus procesos que reflejan su pensamiento; todas éstas son conductas que contribuyen al desarrollo del pensamiento matemático (p. 112).

 

Una desventaja adicional que tiene este enfoque tradicional de la enseñanza de la matemática consiste en que funciona como una intervención docente estandarizada frente a grupos de alumnos que se diferencian por sus habilidades, entre otros atributos personales. La teoría psicométrica tradicional plantea que las aptitudes (habilidades, capacidades) tienden a distribuirse de acuerdo con el modelo de la curva normal de probabilidades; es decir, que en una muestra más o menos grande, se podrían identificar tres grupos de aptitudes, a saber: alto, promedio y bajo, los cuales representan aproximadamente el 16 %, el 68 % y el 16 % respectivamente. De allí que bajo esta modalidad instruccional clásica sólo los alumnos que corresponden al primer grupo de aptitudes podrían tener éxito en esta asignatura y el porcentaje que ellos representan es equivalente a unos seis alumnos en un aula de 38 estudiantes.

La situación anterior, configura un paradigma instruccional que se expresa en un conjunto de ideas (teorías) y acciones (prácticas) que lo operacionalizan, las cuales han sido superadas. En este trabajo se plantea la necesidad de introducir cambios planeados en este modelo educativo por otro fundamentado en teorías del aprendizaje activo, autónomo y constructivo. Es el enfoque estratégico de la enseñanza, el cual se fundamenta en la psicología cognitiva de procesamiento de información y en constructivismo sociocultural.

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¿Cómo cambiar el paradigma educativo?

 

Se plantea la necesidad de cambiar el paradigma educativo tradicional porque sus resultados no satisfacen las expectativas de formación que demanda la sociedad venezolana en función de sus requerimientos internos de desarrollo sustentable y las demandas del entorno globalizado. Pero no se trata sólo de modificar las prácticas pedagógicas tradicionales de los docentes por otras “más modernas”. De lo que se trata es de repensar la educación, a partir de una visión clara del futuro por venir, del tipo de ciudadano que se desea formar en el contexto de una sociedad democrática. Ello implica establecer una nueva fundamentación teórica del currículo, un diseño instruccional apropiado y un docente con una concepción actualizada del proceso de enseñanza-aprendizaje a la luz de las nuevas teorías del aprendizaje.

Ruiz-Bolívar, (2004) considera que la relación entre los procesos de pensamiento y su influencia sobre el comportamiento humano, puede ser analizada desde dos puntos de vista que tienen origen teórico distinto, pero que se complementan en la práctica. Por un lado, están los aportes que, al respecto, ha hecho la psicología cognitiva; mientras que por el otro, están las contribuciones emanadas de la teoría organizacional.

La psicología cognitiva ha puesto de manifiesto la importancia de los procesos (cogniciones internas) en la explicación del comportamiento humano. De allí que se asuma que la conducta del docente está sustancialmente influenciada y, aun, determinada por los procesos de pensamiento del profesor, como lo sostienen Clark y Peterson (1990). Estos autores han propuesto un modelo en el que representan y relacionan los procesos de pensamiento del profesor (teorías y creencias, planificación antes y después de la instrucción, y pensamiento interactivo y toma de decisiones del docente) con las acciones del docente y sus efectos observables (conductas del profesor durante la clase, conducta del alumno durante la interacción didáctica y rendimiento estudiantil). La relación entre estas variables, más que linear, se asume como de efecto recíproco o de causalidad mutua.

En este trabajo se asume como válida la relación probable entre pensamiento - acción - resultados. Es decir, muchas de las cosas que hacemos están precedidas de los procesos de pensamiento (por ejemplo, teorías, creencias, valores, emociones) y son finalistas (persiguen un propósito consciente o inconsciente). Las acciones humanas, orientadas por el pensamiento, generan resultados y éstos tienen consecuencias. Nuestros pensamientos iniciales, producto de nuestra historia personal y socio-cultural, pueden estar en permanente enriquecimiento si asumimos nuestra práctica como una fuente de aprendizaje.

Cuando reflexionamos críticamente sobre lo que pensamos, y tomamos conciencia de nuestros pensamientos (metacognición), podemos cambiar nuestros esquemas de pensamiento; cuando reflexionamos sobre y desde la práctica, también podemos cambiar nuestros patrones de pensamiento. Asimismo, cuando reflexionamos acerca de los resultados de nuestras acciones y los comparamos con los fines o propósitos previstos, también nos vemos inducidos a cambiar nuestros pensamientos. Cada vez que tenemos una oportunidad de transformar nuestro pensamiento es altamente probable que emprendamos acciones distintas a las acostumbradas, lo cual tendrá un efecto directo sobre la calidad de los resultados.

La teoría organizacional, en el contexto del paradigma cualitativo, parte de una crítica profunda al modelo de la racionalidad técnica como epistemología positivista de la práctica. De acuerdo con este modelo, la actividad profesional consiste en la resolución de problemas instrumentales que se han hecho rigurosos por la aplicación de la teoría científica y de la técnica. Frente a este modelo tradicional, Schön (1988) propone “buscar la epistemología de la práctica implícita en lo artístico, en los procesos intuitivos que algunos profesionales aportan a las situaciones de incertidumbre, inestabilidad, carácter único y conflicto de valores” (p. 55), para lo cual él propone la reflexión sobre y desde la acción. Al respecto señala:

 

Cuando un profesional reflexiona desde y sobre su práctica, los posibles objetos de su reflexión son tan variados como los tipos de fenómenos ante él y los sistemas de saber desde la práctica que él les aporta. Puede reflexionar sobre las normas y apreciaciones tácitas que subyacen en un juicio, o sobre las estrategias y teorías implícitas en un modelo de conducta. Puede reflexionar sobre los sentimientos respecto a una situación que le ha llevado a adoptar un curso particular de acción, sobre la manera con la que ha encuadrado el problema que está tratando de resolver, o sobre el papel que ha construido para sí mismo dentro de un contexto institucional más amplio... Es este proceso completo de reflexión desde la acción el que resulta central para el arte mediante el cual los profesionales algunas veces reaccionan bien en situaciones de incertidumbre, inestabilidad, carácter único y conflicto de valores (p. 67).

 

 La reflexión sobre la acción puede ser el resultado de un proceso evolutivo de autocrítica personal y profesional consciente, o puede ser inducida por otra persona (docente, coach, tutor o supervisor). En cualquiera de los casos, se espera que tal reflexión crítica sobre la práctica contribuya a enriquecer los procesos de pensamiento e incidan en el cambio cualitativo de las nuevas acciones a emprender.

 De acuerdo con lo anterior, se puede hipotetizar que sólo modificando la manera de pensar de las personas sobre las cosas y sobre sí mismas, y no induciendo cambios sólo en las acciones “per se”, aquéllas pueden actuar de una manera distinta, divergente, novedosa y, en consecuencia, lograr resultados cualitativamente mejores que los obtenidos actualmente o en el pasado reciente.

 Los procesos de pensamiento representan el conjunto de las cogniciones internas del sujeto que determinan su hacer; comprenden las actitudes, valores, emociones, expectativas, habilidades, creencias, emociones y conocimiento, que explican un determinado comportamiento humano. El hacer del sujeto comprende el conjunto de acciones, interacciones y transacciones que emplea para lograr un objetivo, meta o propósito. Los resultados se expresan en términos de los productos logrados (diferentes tipos de aprendizaje) al final del proceso, los cuales se espera tengan pertinencia social.

Aplicado al contexto educativo, lo que queremos decir es que el perfil del egresado del sistema, y su adecuación con las demandas del entorno, dependen, fundamentalmente del tipo de pensamiento del docente y de la pertinencia de las estrategias instruccionales que utiliza para lograr su propósito. Senge, Cambrón-McCabe, Lucas, Smith, Dutton y Kleiner (2002) lo han expresado de la manera siguiente:

 

Si se quiere mejorar un sistema escolar, antes de alterar las reglas hay que observar cómo piensan y cómo actúan los individuos colectivamente, pues de lo contrario las nuevas políticas y estructuras sencillamente se esfumarán y la organización volverá después de un tiempo a sus viejos hábitos... Cambiar nuestro modo de pensar significa cambiar continuamente de orientación. Tenemos que mirar al interior, tomar conciencia y estudiar las “verdades” que siempre hemos tenido por sabidas, la manera como creamos conocimiento y damos sentido a la vida, y nuestras aspiraciones y expectativas. Pero también tenemos que mirar al exterior, explorar ideas nuevas y modos diferentes de pensar, y aclarar nuestra visión para la organización y para la comunidad (p. 32).

 

De lo anterior se deduce que el éxito en todo proceso de cambio educativo, depende en gran medida de cómo piensan los docentes y demás actores del proceso educativo (estudiantes, directivos, padres, otros miembros de la comunidad); así como también del nivel de motivación y de compromiso para enfrentar los nuevos retos que plantean las crecientes y variadas demandas del entorno socio cultural, económico y político.

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La enseñanza estratégica de la Matemática

 

La idea del enfoque estratégico de la instrucción está asociada al desarrollo de las teorías de la psicología cognitiva contemporánea y del constructivismo sociocultural. Este enfoque, cognitivo-constructivista, ha tenido una gran repercusión en educación, al ofrecer una visión optimista sobre las posibilidades de mejorar los procesos de pensamiento del estudiante mediante la intervención sistemática del docente durante la interacción didáctica en clase. Su propósito consiste en combinar la enseñanza de contenido curricular específico con estrategias que capaciten al estudiante para el aprendizaje autónomo y permanente; es decir, para aprender a aprender.

        Este enfoque educativo se corresponde con una de las demandas de la sociedad del conocimiento, característica del siglo XXI, la cual supone una escuela no sólo para aprender sino para seguir aprendiendo. Esta idea de la educación del futuro es compartida por muchos especialistas, tanto en Norte América como en Europa y América Latina, así como también por organismos internacionales como la UNESCO (1996; 1997). Pozo y Monereo (1999) han resumido esta idea en los términos siguientes:

 

Es difícil encontrar alguna reflexión sobre el futuro de la educación (...) que no afirme enfáticamente que una de las funciones de la educación futura debe ser promover la capacidad de los alumnos de gestionar sus propios aprendizajes, adoptar una autonomía creciente en su carrera académica y disponer de herramientas intelectuales y sociales que les permitan un aprendizaje continuo a lo largo de toda la vida. En una sociedad cada vez más abierta y compleja, hay una insistencia creciente en que la educación debe estar dirigida a promover capacidades y competencias y no sólo conocimientos cerrados o técnicas programadas (p. 11).

 

Este énfasis del proceso educativo en el aprendizaje autónomo y permanente del sujeto ha sido denominado por algunos especialistas como aprendizaje estratégico (ver Monereo, 2000, 1997; Pozo y Monereo, 1999; Monereo y Castelló, 1997, Fly-Jones, Sullivan-Palincsar, Sederburg-Ogle y Glynn-Carr (1987), entre otros). Esta noción de aprendizaje enfatiza el rol del docente como estratega o baquiano, quien toma decisiones sobre el qué, el cómo y el cuándo de la enseñanza-aprendizaje. El qué implica tomar decisiones acerca del aspecto sustantivo de la instrucción, el cual incluye: el contenido, las habilidades y las estrategias; el cómo supone decidir acerca de los procedimientos específicos que se requieren para implementar una determinada estrategia y acerca de cómo enseñar tales procedimientos a los alumnos; mientras que el cuándo se refiere a la toma de decisiones acerca de las condiciones bajo las cuales es apropiado aplicar una determinada estrategia o habilidad y sobre la enseñanza de tales condiciones a los estudiantes.

Fly-Jones, Sullivan-Palincsar, Sederburg-Ogle y Glynn-Carr (1987) han identificado dos roles principales en el docente estratega, como son el de modelo y de mediador. En el primer caso, el maestro demuestra cómo pensar mediante una determinada tarea, cómo aplicar las estrategias y qué hacer cuando no se sabe qué hacer; mientras que en el segundo, el docente intercede entre el estudiante y el ambiente de aprendizaje para ayudarlo a aprender y a crecer cognitivamente, a anticipar problemas en el aprendizaje y a planificar soluciones para resolverlos y, finalmente, guiar (o “cochar”) al estudiante hasta llevarlo a ser un aprendiz independiente. Ellos consideran que el enfoque estratégico de la instrucción es útil para los alumnos de alto y bajo nivel de rendimiento académico en matemática ya que el mismo permite: (a) revisar el conocimiento previo existente y conectarlo con la nueva información a ser adquirida; (b) usar el torbellino de ideas y el pensamiento en voz alta como una estrategia productiva, (c) aplicar técnicas de procesamiento en profundidad mediante la transformación de la información inicial en una modalidad gráfica; (d) poner en práctica una instrucción “andamiada” y (e) enseñar de manera explícita las estrategias de aprendizaje. De allí que el enfoque estratégico de la instrucción se fundamente en los principios siguientes:

1. Las decisiones instruccionales deben estar basadas en lo que se conoce del alumno en cuanto su nivel cognitivo y conocimiento previamente adquirido.

2. La instrucción debe estar organizada de tal manera que permita al niño envolverse mentalmente y permitir a cada alumno la construcción y comprensión del conocimiento.

3. La instrucción debe enfatizar la relación entre conceptos, resolución de problemas y habilidades.

4. El aula de clase debe ser organizada de tal manera que los alumnos puedan concentrarse en las actividades de aprendizaje y lograr su comprensión e internalización a fin de que el docente pueda apreciar su desarrollo cognitivo y el conocimiento adquirido.

5. La instrucción debe estimular al alumno para monitorear su pensamiento y aceptar responsabilidad por su propio aprendizaje (ver Fennema, Carpenter y Peterson, 1986).

Desde el punto de vista operativo, diferentes autores han sugerido esquemas, guías y modelos que permiten orientar al docente en la aplicación de los principios y objetivos del enfoque estratégico de la instrucción (ver Monereo, 2003; Ruiz-Bolívar, 1998; González, 1997; Fly-Jones, Sullivan-Palincsar, Sederburg-Ogle y Glynn-Carr, 1987; Garófalo y Lester 1985, entre otros).

Monereo considera que “enseñar una estrategia implica ceder o transferir progresivamente el control de la estrategia, que en un primer momento ejerce de manera absoluta el profesor, al alumno para que se apropie de ella y pueda empezar a utilizarla de manera autónoma” (p. 13). Al respecto, él ha propuesto un modelo que comprende tres fases a saber:

1. Presentación de la estrategia, la cual consiste en hacer explícito al estudiante qué estrategia va ser utilizada para resolver la tarea y por qué. Esto se puede hacer mediante diferentes métodos tales como: el modelado, el análisis y discusión metacognitivas o las actividades perspectivistas.

2. Práctica guiada por el profesor, ésta consiste en dar oportunidad al alumno para poner en práctica de manera gradual la estrategia presentada. En tal sentido, Monero (op cit) recomienda que las primeras actividades sean muy similares a las que originariamente se emplearon para presentar la estrategia y que gradualmente se vayan produciendo cambios en las propuestas que exijan de los alumnos empezar a matizar sus decisiones, plantear decididamente cambios en la estrategia y dejar paulatinamente a un lado las ayudas, pautas y guías proporcionadas por el profesor.

        3. Práctica autónoma, se refiere a la oportunidad que se le ofrece al estudiante para poner en práctica, de manera espontánea, la estrategia aprendida. Algunas actividades que permiten fortalecer dicha práctica, según Monereo (ibidem), son las siguientes: la revisión de la estrategia de resolución, la elaboración de autoinformes y la evaluación mediante el uso de portafolios.

        Como se puede observar, en las tres fases del modelo anterior se pasa progresivamente desde un control externo y centrado en el profesor hasta una situación de autorregulación interna de la estrategia centrada en el alumno.

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Conclusión

 

En este trabajo se ha descrito el enfoque tradicional de la instrucción que utilizan los docentes de matemática en el nivel de educación básica, así como los resultados de aprendizaje obtenidos y el punto de vista de los docentes al respecto. Por otra parte, se ha sugerido la necesidad de cambiar el paradigma clásico de la instrucción por otro que ponga el acento en la participación activa del alumno en la construcción, comprensión y regulación de su aprendizaje, en el desarrollo de la habilidad matemática y en la enseñanza directa de estrategias para el aprendizaje autónomo. Este paradigma ha sido identificado como enfoque estratégico de la instrucción, el cual se fundamenta en los principios de la psicología cognitiva de procesamiento de información y en el constructivismo sociocultural, representado por Vygotski (1979).

El aporte del enfoque cognitivo-constructivista de la instrucción al mejoramiento cualitativo del aprendizaje ha sido ampliamente demostrado en la literatura, como lo han señalado diferentes autores (ver De Gouveia y Lupo, 2003; Bransford, Brown y Pelegrino, 2000; Coll, Gotzens, Monereo, Onrubia, Pozo y Tapia, 2000; Pozo y Monereo, 1999). Sin embargo, este conocimiento, en la mayoría de los casos, no ha sido transferido a la praxis pedagógica de los docentes del nivel de educación básica, ni a través de su formación profesional inicial, ni mediante programas de capacitación y actualización pedagógica. Estos docentes continúan con sus prácticas didácticas tradicionales centradas en la transmisión de contenidos y en la ejercitación de rutinas de clase orientadas a la retención de procedimientos de cómputo. De allí que se plantee la necesidad de cambiar el paradigma instruccional clásico de la enseñanza de la matemática en el nivel educación básica a partir de un cambio de visión y fundamentación del currículo que oriente un modelo de instrucción más centrado en el aprendizaje que la enseñanza y que tenga como fortaleza fundamental un docente estratega, en el sentido que ya ha sido definido en este trabajo.

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Referencias Bibliográficas

 

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Vigotsky, L. S. (1979). Desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona (España): Crítica.



Equisangulo
Revista Iberoamericana de Educación Matemática
Facultad de Humanidades y Educación
Universidad de Los Andes
Mérida-Venezuela

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