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 LA BOHEMIA TRUJILLANA de Regulo Valecillos   EL PADRE RAZQUIN de Regulo Valecillos   BAILE DE SANTO DOMINGO de Regulo Valecillos   CONTICINIO de Regulo Valecillos   LA LETRA DE CONTICINIO de Regulo Valecillos   LA BOMBA de Regulo Valecillos   LA CARTA de Regulo Valecillos   LOS ONCE PRESOS de Regulo Valecillos   EN EL LECHO de Regulo Valecillos   LA GUAUDA de Regulo Valecillos  LA CASA DEL ENCANTO de Josefa Sulbarán   LA BRUJA de Ysabel    LA LLORONA de Canacho   EL JUDÍO ERRANTE de Goyo   LOS TRES RÍOS de Ricardo Perdomo

 

LA BOHEMIA TRUJILLANA de Regulo Valecillos

Régulo Valecillos es uno de los miembros de la bohemia trujillana de la Calle Arriba, musical y poética.  Como el recuerda, allí están, el Capitán Reyes, Pedro Torres, Laudelino Mejías, José Antonio Carreño, Régulo Valecillos, su padre, Roviro Coronado, el Coronel Piñero... entre otros. A la hora de pagar lo consumido, las cuentas eran de 0,75; 0,70 o de un real, a razón de un cobre por palo de ajenjo o de berro del compadre Nonato.  Era la bohemia callearribana pues los territorios estaban segregados, como estaban diferenciados los clubes, entre el 24 de julio de la godarria en Matriz –donde hoy queda El Patio- y el Cruz Carrillo, más popular, en Chiquinquirá, donde hoy queda el Valle de los Mukas. Pero había otro territorio, más libertario y desenfrenado, la carreterita, entre bares y burdeles, más allá de la otrora rumorosa Quebrada de los Cedros.

 

EL PADRE RAZQUIN de Regulo Valecillos

Salió el padre Razquin a reclutar a sus músicos. Dice Régulo, que los buscaba por la embocadura y la nariz pues iban tocar clarinete, trombón, trompa, y necesitaban vasto aire y gruesos labios. Como no era concurso de belleza, hubo un numeroso alistamiento: Laudelino Mejías, Régulo Valecillos, padre; José Eliseo Rosario, Nicomedes Orellana, Gerardo Taschelli, Máximo Morales, Belisario Urrecheaga, entre otros.  Dice que su padre, tenía tan buena nariz para ese oficio de instrumentista que por los huecos de la misma podía entrar hasta un avión.

 

BAILE DE SANTO DOMINGO de Regulo Valecillos

Un baile muy utilizado para la época fue el baile de Santo Domingo. Las familias amigas hacíanse pasar invitaciones para tal efecto mediante una tarjeta. Había un director de debate, dice Régulo, el cual ordenaba: ¡Que empiece la música!. Y cuando venía una pausa, para que el parejo o pareja le dijera la copla, entonces éste director les decía: ¡Por favor, paren la música!. Entonces paraban.

En cierta ocasión, en que la pareja de baile de Carlos Manuel Briceño –eterno jefe de la policía- era Rafaela Medina, una mujer de la Calle Arriba, pero muy tremenda, entonces dice el director: -Por favor, paren la música, le corresponde  el verso al galán Carlos Manuel Briceño, para la dama.  Era un silencio aquello, un silencio sepulcral, ahí ni una mosca chillaba.

“Mirá Rafaela: préstame tu mata de paja, préstame tu pajonal, para guardar mi paloma, que la busca el gavilán”

-Siga la música, dijo el director, y al rato, otra pausa. Por favor, paren la música.  Esto había durado un cuarto de hora.  Le corresponde el verso a la dama del galán Carlos Manuel Briceño, que era Rafaela Medina. Y ella había pensado su ocurrencia y respondió:

“Mirá Carlos Manuel, yo no tengo mata e´ paja ni tampoco pajonal, así que andá y meté tu paloma, dentro de un pringamozal”.

 

CONTICINIO de Regulo Valecillos

Este vals dimana del día de José Antonio, el día de San José. Todos los músicos prepararon una fiesta para festejarle el día a José Antonio Carreño, quien era el subdirector de la Banda Sucre del Estado, y Laudelino Mejías, el director. Ahora bien , recuerdo, tenía como 11 años y estaba con mi papá. Entonces le dijo Laudelino Mejías a José Antonio Carreño: -Mirá José Antonio, vos sabéis que yo no bebo.  El otro maestro exclamó: -¡Valecillitos!. Y yo contesté: -Ajá, maestro. Él me dijo: vamos  para que nos acompañe hasta ahí abajo, hasta el puente, no vaya a ser que me resbale por ahí. Mi papá dijo:  -Vaya luego.

Fue donde Laudelino oyó al maestro Braulio –un carpintero- con el violín entre una hamaca. Yo fui con él hasta allá. Tocó. Y una voz respondió desde dentro:-¡Empuje que está sin tranca!.

El maestro empujó y siguió para allá.  Braulio dijo: ¡Eso Carreño, y Laudelino, qué hacéis por aquí!.

-No, que vine porque estoy oyendo ahí un pasaje.

-No, respondió el carpintero, yo echando vainas, aquí, aburrío y cansado de serruchar las tablas, me puse a tocar y como tengo el carajo garrancho e´violín y me puse a dale, de ahí no paso.

Cuando le dijo, volvió a darle. Eran los primeros compases de Conticinio, y agarró la onda musical y por ellá se fue. 

 

LA LETRA DE CONTICINIO de Regulo Valecillos

Laudelino Mejías, luego de hacerse famoso el vals, hizo un certamen para letra que fue transmitido en vivo por Radio Trujillo.  Entre los muchos poetas que participaron estaban Jesús Ramón Barrios de Barquisimeto, Rafael María Hernández de Boconó, el Doctor Eusebio Baptista, autor de “La Mujer de las Naranjas”, Heraclio Torres y Egisto Delgado.

Egisto Delgado había llegado muy mozo a Trujillo desde Sabanetas de Barinas montado en camión de estacas y había pedido que lo dejaran donde queda la bodega de Quintín Uzcátegui frente a la casa de las Cegarra, éstas lo acogieron con gran generosidad luego de que Isabel Teresa –la madrina de Régulo- consultara con el poeta Joaquín Cegarra, entonces prefecto.  Este joven estudió, fue funcionario público y poeta, arraigado en la montaña, su patria adoptiva.

Pues bien, fue Egisto Delgado el triunfador del certamen, con la letra precisa de la inmortal pieza criolla.

 

LA BOMBA de Regulo Valecillos

Laudelino Mejías vivía frente al grupo escolar Carabobo –donde hoy queda una tipografía-, a un costado de la carnicería de don Fabricio Paredes Gil. Ambos se la pasaban conversando a la puerta del negocio, de esas viejeras, dice Régulo.

En una de esas tertulias habituales, Laudelino dice:

-Tengo ganas de mandar a preparar un bomba.

Su contertulio pregunta:

-¿¡Bomba, pa qué vos!?

Continúa, entonces, el director de la banda:

-Esta noche en la retreta de la plaza Sucre hay un solo que se va a oír muy bonito: trompeta, trombón, por el maestro Valecillos y el maestro Carreño.

Dicen que entre seis y seis y media de esa tarde, cogió Laudelino para donde su señora y le dijo:

-Mirá, Angelina, haga el favor y me hacéis… ¿Ya están las carotas fritas?  Revolvémele dos huevos.

-¡Pero, Laudelino, cómo vas a comer esa vaina de noche, mirá que eso es muy pesado!

-Preparámelo  que eso es lo que necesito yo, tener el estómago bien preparado. Esta noche la voy a echar una vaina al maestro Valecillos.

Empieza la cosa… y cuando vienen dos piezas y van para la tercera… ahí es donde viene el solo de trompeta con el trombón de mi papá.

Laudelino Mejías, en lo alto, hace el llamado, golpeando con la batuta el atril:

-Bueno muchachos, que esto salga bien porque esta es una belleza de vals, eso se va a oír bello…

Cuando va a entrar el solo, Laudelino se echa un peo, y sale aquella bomba y se riega por toda aquella vaina pero el cogió donde estaba mi papá tocando:

-Está muy bien, opinaba, mientras tanto, sacudiéndose los calzones, repetía, “todo muy bien”.

Le contestó Régulo Valecillos:

-¡Hijuelagranputa porque no vas a cagar al coño e tu madre!

 

LA VIRGENCITA de Regulo Valecillos

A la acera alta llegó una familia de San Lázaro, y entre ellos, venía una muchacha linda y bella. Era la nena y la nombraron, la virgencita.

En la casa de la niña Ana Rosario –que tenía una escuela para niños del pueblo y de los campos- trabajaba un muchacho de nombre Aurelio Salazar.  Llegan y le dicen a la Niñ Ana:

-Niñana, usted no sabe que Aurelio lleva amores con con la nena.

La Niña Ana Rosario, según Régulo, exclamó:

-¡Cómo va a ser que ese cachifo de aquí lleve amores con esa muchacha tan linda y bella!   Ya vas a ver, mañana me las va a pagar…

La nena, la virgencita, iba y le ayudaba raticos a la Niña Ana en la escuelita. La mestra  ordena:

-¡Aurelio, vaya y llámeme a la nena, ahí, dile que venga para que me ayude un ratico que estoy mala del estómago.

Llegó la nena. La Niña Ana Rosario, era muy jodida, según quien nos contó este cuento:

-Bueno, nena, ahí te dejo con los alumnos pero antes que todo no empecéis la clase todavía. ¡Aurelio, vaya saque la cama al sol!    

En aquella época los dueños dormían en catres y los sirvientes en esteras.  Pa’ pasar el muchacho delante de su novia con la cama aquella, no quería, no quería. La nena la preguntó que porqué quería ridiculizar al muchacho de ese modo y le dice la señora:

-Para que sepa que él no puede estar enamorado porque no tiene ni dónde dormir.

 

LA CARTA de Regulo Valecillos

Llegó una carta de Caracas pero yo estaba muy chamón, muchachón, tenía como 8 ó 9 años, no, no leía bien, estaba en primaria donde la niña Ana Teresa en segundo grado. Y me agarró la Niña Ana y la señora Juana.  Escribía la carta sobre “Huma”, que había abandonado medicina en el cuarto año de estudios pero que Alirio Lomelli había continuado.  Ellos se habían graduado aquí y se fueron  un  tiempo, pero Eliseo decía que Alirio tenía perdido a Huma y acá el Doctor Andrés Lomelli Rosario decía que Huma tenía perdido a Alirio, y resulta que no era así.  Ninguno de los dos estaba perdido.  Huma lo que pasa fue que se enamoró de esta muchacha Josefina y se casaron. La mandó para acá en el año 42. 

Estaba Numa Quevedo de Ministro de Comunicaciones y entonces Huma se fue para allá donde él y lo colocó pero Huma no quería seguir estudiando, lo cual hacía rabiar a sus padres. Mandan una carta para acá. Ahí decía todo, un amigo de ellos.... pero yo no deletreaba bien, confiesa Régulo, remontándose a su infancia, y me decía la Niñana:

-¡Burro!  Ahí lo que quiere decir es esto: que está empatado con una mujer allá.

Y me daba esos coscorrones.

 

LOS ONCE PRESOS de Regulo Valecillos

Cuando nosotros estuvimos presos en la Seguridad Nacional, caímos once, de aquí de Trujillo, cuando Pérez Jiménez.  Yo, como tipógrafo, pues era mi profesión de toda la vida, aunque había ido a Maracay e hice un curso como inspector de sanidad, con lo cual ingresé como funcionario en esa área.

El doctor Alirio Lomelli Rosario me había llamado y me dijo:

-Régulo, usted es inspector aquí, ayúdenos en esto contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. 

Yo nunca supe en el lío que me iba a meter. Le contesté:

-Lo mío es esto, yo soy tipógrafo, pero para tales efectos, lo primero es comprar un multígrafo, una prensa y una fuente de tipo.

Se fue para Caracas, trajo todo y empezamos la propaganda. Pero él era muy confiado. Había una mujer de nombre Griselda Ruiz, colombiana y trabajadora social del servicio nuestro. Él que llegaba con la propaganda en la madrugada y la repartía, él le decía por aquí y ella cogía por acá, para la Seguridad Nacional. Y nos fueron seguiendo... y nos fueron siguiendo.... y nos fueron siguiendo...y nos fueron siguiendo... hasta que caímos.   Cayó el doctor Segundo Barrueta.... de allá de San Jacinto...  luego al otro día nosotros esperando en la oficiona al doctor Alirio Lomelli, pues teníamos salida al campo y ya estaba detenido también y aún no sabíamos. Luego cae Antenor Bastidas, y un Julio Lozada de Las Araujas que era el policía de confianza. También Elio Montero que era el chofer, y el Tornillo, un chofer de plaza, un jugador, jugaba de toda vaina... Sabino Braschi... Andara Olívar...

A mí me detuvo, mientras veía las láminas de laboratorio, Toño Quevedo, oficial de la Seguridad Nacional... “Yo me dije, esta vaina tá fea”.   Luego detenido fue cuando el doctor Alirio Lomelli, por mal de amores, intentó suicidarse.

 

EN EL LECHO de Regulo Valecillos

Heraclio Torres estaba en su lecho de enfermo en el hospital Reverend, en la Plaza Sucre, por una artritis generalizada. Duró varios meses allí, pero tenía su guitarra colgada en la pared, y dijo, según nos cuenta Régulo Valecillos, a él y al tipógrafo Rafael Angel Cegarra:

-Mi armoniosa guitarra, compañera en mis noches, noches lógrimas y oscuras que los dos juntos pasamos. (La Guitarra contesta) Termina ya esa pena y regresemos al pasado, tú con tus canciones y tú con tus bordones, endulcemos de nuevo, nuestras lindas canciones.

Aún con gran emoción  recuerda Régulo aquel momento.

 

LA GUAUDA de Regulo Valecillos

Cuenta Régulo Valecillos, que cuando joven, por algún motivo que no nos reveló, se lanzó a vivir la bohemia, tomó por residencia la Quebrada de los Cedros, y fue un visitante asiduo de La carreterita, sus bares y sus mujeres. Entonces su casa fue una guadua.  Sólo tiempo después y mientras leía en la Plaza Sucre, Juan de Dios Chacón, como una mano salvadora lo incorporaría a la oficina, ganaría en concurso su cargo y abandonaría aquella vida andante, aventurera pero sin dejar de ser ese bohemio que cuenta hechos verdaderos con la libertad de un narrador de ficciones.

(Textos transcritos de una conversación con el señor Regulo Valecillos en la ciudad de Trujillo)

 

LA CASA DEL ENCANTO de Josefa Sulbarán

A mi me contó un señor de Torondoy que allí habla un muchacho que había ido a llevar una yunta que el papá había comprado y la iba a traer, entonces resulta que había llegado a una casa y que le dijeron que pasara adelante, la yunta por supuesto tenía que estar en el patio, la amarró y entró, y habían músicos, bastante comida, tenían como una fiesta, entonces contaba el mu­chacho que él no había oído jamás ni nunca una música tan bella como esa, él no se acordó más de yunta ni de nada y se puso a cantar con ellos, con los que estaban allí, él llevaba una sinfonía y se puso a tocar, fue cuando un mu­chachito lo dijo que le regalara la sinfonía, entonces le dijo que no, que  él no la regalaba. ¿ Y si le digo en donde está usted ?" Le dijo el muchachito. "No, yo no le voy a dar la sinfonía, no démela, démela que yo lo saco de aquí... ¿Como que me saca de aquí?  Y que le dijo entonces el muchachito: “Yo le voy a dar media arepa, de las que comió usted aquí, y cuando vaya bien         lejos de aquí usted mira pa atrás pero no vaya a mirar, entonces y que lo dió la sinfonía,el muchachito desató la yunta y cuando se la entregó le dijo:  “No vaya a mirar pa'atrás hasta que vaya bien lejos pa' que sepa donde usted está”, y se fue muchacho, cuando estuvo más adelante, lejito, miró pa' atrás y lo que vió un lago, sacó la media arepa del bolsillo y era media bosta; que no habrá gente más bonita como la de la casa y esa música tan bella, era el Encanto, la casa del Encanto, lo que lo habia salvado era la sinfonía.

(Segundo Simposio de Literatura “Ana Enriqueta Terán”. Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. ULA-NURR.Trujillo)

 

LA BRUJA de Ysabel

Esa era una señora, que ella una vez me dijo: vamos pa´l cementerio, entonce yo fui pa´l cementerio a poner una velita a un angelito no sé, entonce como en el cementerio usan unas lámparas pa´meter los velones y ella´staba por quitar uno de allá pero no lo pudo meter, entonce yo me vengo a la casa y como a las seis de la tarde fui yo, entonce en lo que voy bajando, este, yo me asomo así, y ella está con el pelo así (todo en la cara), tenía la boca bien pintada y estaba todita desnuda, entonce ella decía unas palabras “ai” yo lo único que me acuerdo es ella rezaba no sé, si un Padre Nuestro o Ave María al revés y decían que ella ique era bruja y era que iba a volar, yo salté cuando vi eso.  Yo no la vi volar, yo no esperé nada de´so, yo salí corriendo, eso fue también en Santa Rosa 

(Segundo Simposio de Literatura “Ana Enriqueta Terán”. Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. ULA-NURR.Trujillo)

 

LA LLORONA de Canacho

Eran dos hermanas, Isabel se llamaba una y la otra, Petronila. Ellas vivían allí en la casa de Don Víctor, allí arribita vivían en esa casita de palma onde viven las García. Como ellas echaban arepas pa´l cuartel cuando era el cuartel y lavaban, entonces Petronila venía y se paraba a las dos a moler en la máquina y diai se paraba la otra a echar las arepas, entonce estaba colando el café, cuando oye (imitación del llanto de un niño) entonce dice ella ‑!ah rigor! que está por allí un muchachito llorando, será que lo tiene enfermo la mamá, entonce salió se puso atrás, se vino a ver y dice: ay pobrecita, !Qué tiene ese muchachito! será que tiene hambre, entonce salió a llevársela pa´llá pa la casa, la sintió llorar ai onde está el puente que ai taba la piedra 'e la llorona que ai taba el pie ´el muchachito también. Esa piedra la espaturraron. El pie de ella y el pie del. muchachito. Esa piedra la espaturró un tal Villegas que había aquí y el catire Leonardo (cuando eso estaba la vida muy barata, ganaban dos o tres bolívares). Entonce vino y le metieron candela y la espaturraron. Más abajo está la piedra onde están las patas del toro ´e la otra vida pero esa la taparon cuando hicieron el trabajo 'e la carretera.

Cuando llegó ella a la piedra 'e la llorona, entonce sintió pa' los laos del zanjón del 'Biolo' el muchachito llorando, entonce cogió pa´llá y dijo: !Ay pobrecita! y fue a buscala. Cuando llegó allá onde vivía Guadalupe, la sintió llorar en el zanjón, entonce cogió zanjón abajo. Cogió un poquito 'e guarapo pa' dale al muchachito. Cuando llegó allá la sintió acá más arriba, pero en esa sintió una cosa muy fea y dijo ‑La pinga!‑ entonce se fue pa' la casa. Se le erizó el pelo. Ai salía la llorona. Esas no son mentiras. Y en meses pasaos, por aquí, puallí vive un Barreto, antes de la Semana Santa, del miércoles santo, en adelante la sentía llorar.

(Segundo Simposio de Literatura “Ana Enriqueta Terán”. Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. ULA-NURR.Trujillo)

 

EL JUDÍO ERRANTE de Goyo

Era como decía mi abuela que había un tal Judío Errante, que había un hombre sn el mundo que era maldito, que lo habían maldecío, lo hablan maldecío anteriormente, ¡que uno hacía la figura d'él cuando orinaba caminando, que'ra la única manera d'él descansar.

El Judío Errante no descansaba ni de día ni de noche; caminando siempre, siempre... y el Judío Errante pide agua en ciertas casas, pero meneándose. Nos decía ella: cuando usté vea un hombre qu'está puro caminando, que pida agua y esté puro caminando, ese's el Judío Errante, y la manera que la gente acostumbra (y sobre todo uno) que va caminando y va orinando... ese's el único descansa que el Judío errante tiene, no hay otro descanso.

(Segundo Simposio de Literatura “Ana Enriqueta Terán”. Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. ULA-NURR.Trujillo)

 

LOS TRES RÍOS de Ricardo Perdomo

"Se hablaba de esa, se hablaba de esos ríos subterraneos, esas gentes viejas que se fueron ya, que decían la verdad y que tenían muchos conocimientos de esas casas; mi padre a lo menos también lo replicaba mucho, porque él también la había oido decir de sus padres de él, una cuestion de andanza bastante no? entonces se decía que por el medio de Trujillo, pasando la peña de la Virgen hacía abajo, nacía de allá, hacia la parte de abajo por el centro de Trujillo, un río de leche, uno de sangre, y otro de agua clara, se dice que hay un suterráneo, según había una puerta que se podía contemplar, Monseñor Carrillo era el único que podía ver aquella.

(Segundo Simposio de Literatura “Ana Enriqueta Terán”. Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry”. ULA-NURR.Trujillo)

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