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El Arriero y Las Cabalgaduras de Vertilio Valecillos   El Río de Vertilio Valecillos   El Latonero de San Lázaro de Vertilio Valecillos    El Pesebre de las Manrique de Vertilio Valecillos   Dos Fabulistas y Una Justa Memorable de Vertilio Valecillos    Los  Globos de Luis Rojo de Vertilio Valecillos   Historia de la Planta Eléctrica –Luz Eléctrica de Trujillo C.A-. de Dexy Aldana

 

El Arriero y Las Cabalgaduras

               Cuando Pacífico, el arriero, arribaba al pueblo procedente de Valera o Motatán, con su cohorte de acémilas en fila, se descubría su paso, a más de la “mula campanera”, por el atronador y continuado ruido que la cabalgadura hacía el atravesar el “Puente Real” cuyo piso, así como el resto de la estructura, le formaban gruesos tablones de madera.

              La cabalgadura, como nadie ignora, dio a las regiones andinas un sabroso y típico perfil.  En San Lázaro contaron –bien podría decirse- “Platero” y sus congéneres con un amplio y hermoso escenario más para sus poéticas andanzas. 

El Río

              Un signo patente y singular habrá observado el lector en esta disposición de San Lázaro: que cualesquiera sea el camino emprendido: en descenso, de costado y a veces también cuesta arriba, lo último a través de raros circunloquios, siempre se llega al río.  Y es que el agua fue, bien podemos decirlo, el verdadero  modelador de nuestro pueblo.  Nada extraño si se repara que el grupo humano constructor actuó en una edad ayuna de acueductos y frente a un magnífico surtidor natural: El Jiménez. 

El Latonero de San Lázaro

              ¿Qué sanlazareño no le viene a la mente al hablar de Hoyo Caliente la figura de Don Juan Aldana o Juancito Aldana, como familiarmente se lo llamaba, el latonero de muchos años de San Lázaro –gran señor por su honradez y buen trato- que recorría de tanto en tanto las empedradas callejuelas con su sonora carga al hombro y su pequeña fragua tapando los hoyos diminutos de las olluelas que constituían parte de la utilería de nuestras casas?

El Pesebre de las Manrique

               Tan grande era él que poco espacio restaba en la sala –de apreciables dimensiones- para los espectadores.  Muchas sábanas engrudadas y gran acopio de chamizos y ramas habían de ser necesarios en el hogar para la adoración del Mesías. Pero lo que realmente llamaba la atención de tal pesebre, sencillo en su estructura, eran las grandes proporciones de  todo cuanto en él se colocaba y el material de que se elaboraban sus figuras.  Con excepción del Niño, San José y la Virgen, las mansas ovejas y una que otra casita, lo demás era confeccionado a base de trapo o tierra arcillosa, la que abunda mucho y de diversas clases y colores en los alrededores de San Lázaro.

Dos Fabulistas y Una Justa Memorable

               Don Carlos Fernández vestía con gran pulcritud. Su indumentaria, sin embargo, resultaba muy modesta:  pantalones y blusa de dril, generalmente de colores claros.  Calzaba cotizas y ceñía su cabeza con un sombrero de cogollo alón, no faltándole de inseparable compañero, un garrote de leve torcedura.

              Extrayendo con parsimonia su “cajeta” de chimó y con voz algo asordinada y una sonrisa siempre leve, que era como un propio y anticipado festejar de su cuento, gustaba narrar historias sorprendentes.

              Don Pedro Contreras, o “Mano Pedro Contreras”, su antípoda en muchas cosas, menos en lo de referir anécdotas singulares, festoneaba su rostro alabastrino con un negrísimo mostacho.  De elevada estatura y pausados movimientos lucía sombrero de pelo y un bastón, al que acariciaba a menudo en su empuñadura.

              Estos fueron los dos más connotados fabulistas del poblado de nuestro tiempo.  Cada uno tenía su propia audiencia y estilo.  A Don Carlos atraían los cenáculos o círculos familiares, por ello visitaba las casas. Para Mano Pedro, en cambio, las esquinas eran su foro preferido.

              Un día de tantos ocurrió lo anhelado por todos sus contertulios.  Se hallaron frente a frente en un corrillo de lugareños.  Surgió entonces un contrapunteo de hipérboles.  La tarde fue enhebrando por boca de estos hábiles narradores, prodigios, hazañas de guerras, demostraciones de astucia y novedades de la más variada clase. Es difícil rememorar el contenido de la justa.  Apenas si recordamos que en un instante, al describir el uno la sorpresa recibida al haber hallado un serpiente con el abecedario impreso en el lomo, el otro replicó, como queriéndole tomar por asalto: ¿Y pudo usted leerle las letras?   No, replicó el interpelado –captando la intención del interpelante-  Tan sólo tuve tiempo de ver las tres primeras.  

Los  Globos de Luis Rojo

              Nada había en San Lázaro que más excitara la mente de los muchachos y aún de muchos adultos que el lanzamiento de globos.

              Como la mayoría ignoraba el sencillo principio del fenómeno, permanecían absortos ante el espectáculo y daban pábulo al pensamiento fantástico.

              De esta manera Luis Rojo pasaba, en los días de lanzamiento de globos, de modesto poblador a sumo pontífice o mago de la chiquillería.

  Valecillos Vertilio (1972).  San Lázaro Humano y Geográfico.Tipografía Vargas

 

Historia de la Planta Eléctrica –Luz Eléctrica de Trujillo C.A-.

               Había una vez un bello, limpio y caudaloso río de aguas cristalinas, con tanta fuerza que un grupo de personas estudiaron la posibilidad de poner en funcionamiento una planta eléctrica. Para el año 1919 esta planta eléctrica fue una realidad muy exitosa gracias a la colaboración de todos los miembros de la comunidad de San Lázaro, quienes como personas cultas, emprendedoras y laboriosas semejaron hormiguitas prestando su ayuda en la entonces titánica tarea.

                Sus principales gerentes fueron: Don Roberto Velazco Troconis, Don Tomás Cols, el Ingeniero Aldo Retalli y Don Elbano Provenzali Mazarri. Entre sus trabajadores destacaron: los señores Jesús Linares, Elías Linares, Rafael Angel Rojo, Reyes Aldana, Julio César Aldana. Todos se esmeraban en prestar un buen servicio a las comunidades beneficiadas día y noche como lo fueron Trujillo, La Plazuela, Pampanito, Pampán, Santa Ana y (San Lázaro de 6 pm a 6 am).

                Dejó de funcionar esta notable empresa, aproximadamente en el año 60 debido a la creación y ampliación de una compañía eléctrica de mayor capacidad de generación eléctrica a través de sistemas interconectados, hablamos de la empresa CADAFE.

                El patrimonio de la comunidad quedó a la espera de un nuevo destino. Al pasar el tiempo ocuurió un infausto y lamentable accidente, un joven sanlazareño se encontraba en familia haciendo un tradicional sancocho y fue a buscar una tapa dentro de las instalaciones de la planta y sólo encontró la muerte al electrocutarse. Todos los pobladores de San Lázaro quedaron muy conmovidos por el suceso. Ante la peligrosidad existente, CADAFE la sacó de funcionamiento.

                Esa fue la oportunidad para los amigos de lo ajeno, comenzaron a saquearla, hasta un ingeniero que llegó a construir un muro dentro del perímetro del pueblo, aprovechó para llevarse los aparatos más pesados, de incalculable valor, con ayuda de los obreros que ignoraban el motivo de tal trabajo. Sólo quedó el piso y es extraño que no cargasen con él también.

                Las autoridades de la parroquia para aquel momento no actuaron para impedir tal apropiación indebida, sencillamente no se dieron cuenta de la importancia de la misma.

                En la actualidad nos ayudaría a solventar el problema eléctrico que tenemos en el pueblo, también serviría de muestra histórica de una de las primeras plantas eléctricas de la región. La reflexión anterior tiene como propósito alertar a los representantes de la Junta Parroquial, Prefectura y miembros de la comunidad para tratar de poner fin a estas menguas patrimoniales sufridas en el ayer.

                Como decía nuestro amigo escritor Don Isidro Morillo: "El mal no radica en los cargos sino en las personas".

Dexy Aldana,

(a partir de testimonios de pobladores de San Lázaro)

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